domingo, 22 de enero de 2012

El Monoteismo Hebreo ¿de donde proviene?

 EL MONOTEÍSMO HEBREO
Un rasgo distintivo de los hebreos fue su convicción en la existencia de un dios propio, Yahvé, de esencia espiritual, indefinible e irrepresentable. Esta creencia fue evolucionando y, a partir del siglo VII AC, se plasmó en una religión monoteísta, basada en la existencia de un único Dios, creador del mundo y de los hombres.
De acuerdo con los hebreos, Yahvé los habría elegido revelándoles las verdades fundamentales de la religión e interviniendo en el desenvolvimiento de su historia. Así en la salida de Egipto hacia Canaán, Yahvé habría aparecido ante Moisés entregándole las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos.
Los textos religiosos son muy importantes para la reconstrucción de la historia hebrea, fundamentalmente la Torah (conocida como “La Ley” o el Antiguo Testamento). Existen otros libros que reconstruyen las migraciones del pueblo hebreo, sus distintas formas de organización, sus creencias y prácticas religiosas, y sus derrotas a manos de otros pueblos.
Los relatos sagrados parecen haberse transmitido en forma oral hasta que, durante los reinados de David y Salomón, se avanzó en la redacción del antiguo testamento, que quedó escrito definitivamente a fines del siglo II AC.
Yahvé
 Entre los hebreos (así como en varios pueblos del Cercano Oriente antiguo) el nombre estaba estrechamente ligado con la existencia de la cosa designada; y era lo que caracterizaba y distinguía a su portador –fuera éste un objeto, un animal o una persona- de todo lo demás, reflejando un elemento esencial de su personalidad o de sus características. Por tanto, lo que no tenía un nombre no adquiría existencia. Y justamente una de las características fundamentales de la fe monoteísta hebrea era que su dios tenía un nombre superlativo que lo distinguía de toda otra divinidad, no solamente por ser diferente, sino más que nada por lo que significaba en términos de un propósito definido, implícito en él. En cuanto al término hebreo para dios, ´elóh•ah, -que se traduce al español como “poderoso, fuerte”- es de notar que tanto se aplicaba al Ser supremo como a los hab•Be`a•lím, o baales cananeos. Y sin embargo, el plural para dios, elohím, que era una abstracción presente en el hebreo y en otras lenguas semíticas, se usaba en especial con referencia al dios hebreo y con el fin de denotar su excelencia y majestad frente a los demás dioses .
Dicho nombre representado en caracteres hebreos cuadrados por las cuatro letras  -leído de derecha a izquierda- se translitera en español como YHWH, YHVH, o JHVH  –leído como Jehová, Yavéh, Yaweh y de otras maneras-, es la forma causativa, el estado imperfecto del hebreo (ha•wáh), que se traduce como “llegar a ser” o “la causa de que llegue a ser”, “el existente” o “el que soy”. Sin embargo, el verbo hebreo ha•yáh se deriva de la palabra ´Eh•yéh que no significa simplemente “ser”, sino “llegar a ser”; y entran en él los tres tiempos del verbo ser en hebreo, “hayáh” (él fue), “hoveh” (él es), “yihyeh” (él será), no solo el modo presente. Por lo que el nombre de Dios sería; “llegar a ser” o “la causa de que llegue a ser”, implicando el cumplimiento de un propósito definido para el bien de la humanidad. Por eso se lo llama “el Dios de toda la tierra”, no solo de Israel (véase Génesis 17:1). 
En cuanto a esto, es interesante notar que fuera del contexto bíblico, una de las más antiguas alusiones a la pronunciación del Nombre divino, proviene del historiador Diódoro de Sicilia (siglo I a.C.), quien empleó la forma “Iao”, hablando de las leyes que se habían dado por medio del “legislador” Moisés:

 “Entre los judíos Moisés refirió sus leyes al dios a quien se invoca como Ia". Es posible que esta pronunciación dada por Diódoro esté reflejando la forma hebrea abreviada “Yahu”, muy comúnmente usada en la literatura bíblica.  Para el siglo IV de nuestra era, Jerónimo, autor de la Vulgata latina, explicaba en una carta redactada en Roma en el año 384, que el Nombre se escribía con las letras hebreas, “iod, he, uau, he”, correspondiéndole la pronunciación “Iohuau". En su prólogo a los libros de Samuel y Reyes, Jerónimo dice que:  “... hallamos el nombre de Dios, el Tetragrámaton, en ciertos volúmenes griegos aun en la actualidad expresado con las letras antiguas...”, es decir, en los caracteres cuadrados.  Siglos después el Nombre se introdujo en los idiomas europeos. En el Códice de Leningrado, que data del siglo XI, apareció la forma “Jehová”, utilizada en la Biblia Hebraica Stuttgartensia con puntos vocálicos para que se leyera “Yehwáh”, “Yehwíh” y “Yehowáh”, de donde se derivó al latín. En el año 1278 esta forma apareció en latín en la obra “Pugio fidei” –“En defensa de la fe”- escrita por el monje católico español Ramón Martí con la grafía “Yohoua” -siguiendo a Jerónimo-; y a comienzos del siglo XIV el italiano Porcheto de Selvaticis en su “Victoria Porcheti adversus impios Hebraeos” (1303) escribió el tetragrámaton de variadas maneras y con una misma fonética: “Iohouah”, “Iohoua” y “Ihouah”. Finalmente en 1530, el reformador inglés William Tyndale introdujo en su traducción del Pentateuco, el nombre “Iehouah”, que apareció por primera vez en aquel idioma.  En épocas recientes, algunos eruditos han propuesto que la lectura original del tetragrámaton, con vocales intercaladas, debió ser “Yehvàh” o “Yahuáh” (Reisel); aunque otros sugieren la forma “Jaó” o “Jahóh” (Williams) ; o también, “Yaho”, “Yahú”, “Iaw” (si se sigue a Diódoro), “Jawoh”, “Yahweh”, (Liddell y Scott), “Jovah”, “Javéh” o “Jehovah" .
 En cuanto al origen del tetragrámaton mismo, debe tenerse la precaución, por un lado, de deslindar el dato concreto de la hipótesis que intenta explicarlo, y por otro, no confiar demasiado en las aparentes similitudes fonéticas o gráficas que puedan aparecer en el contexto cercano-oriental. Lo que se concluye del estudio de los documentos dejados por los pueblos vecinos de Israel es que el tetragrámaton se conocía y empleaba también entre ellos, es decir no era de uso exclusivo de los hebreos Israelitas tanto antes de Cristo como durante los primeros siglos de nuestra era. Es de interés que existe una remota aparición en los registros eblaítas de un dios denominado Yah. En Tell Mardikh, las ruinas de la antigua Ebla –descubiertas en 1964- se desenterraron centenares de tablillas de barro en las que aparecían nombres propios con elementos componentes del Nombre, como "il" y "ya", es decir "El" –de Elóah, Elohim-, y "Yah" -¿la abreviatura del nombre del dios hebreo?-, como en el caso de en-an-il" y "en-an-ya", "is-ra-il" e "is-ra-ya", "is-ma-il" e "is-ma-ya", "mi-kà-il" y "mi-ká-ya", nombres más que familiares en los registros bíblicos . El arqueólogo Giovanni Pettinato, epigrafista jefe de la expedición de Tell Mardikh (Ebla), ha demostrado que "il" y "ya" son nombres genéricos, y que no tienen ningún otro papel; pero que “Yah” se aplicaba a una divinidad en particular. La partícula "ya" sustituyó a la partícula "il" en los nombres comunes durante el reinado de Ebrium -se adoraba en ese entonces a un dios llamado Yah, ¿hubo una reforma religiosa durante el reinado de Ebrium?- en los que no es posible que "ya" tenga una función de diminutivo porque encabezaba el nombre, como por ejemplo, en "'ìa-ra-mu", que quiere decir "Yah es exaltado", acompañado al comienzo del nombre por el determinante "dingir" (dios). Aparecen también en las tablillas otros nombres vinculados a Yah, semejantes a los bíblicos, como:       "i – ti –il / ya",            "dios / Ya ha dado";        "en – na – i l / ya",    "dios / Ya ha mostrado favor";        "mi – kà – i l / ya",    "¿quién es como dios / Ya?", igual al significado del nombre hebreo Miguel (“¿quién es como Dios?”).  Lo que hace evidente que con “Yah” se estaba haciendo referencia a un dios determinado. De tratarse del mismo dios hebreo, se estaría demostrando la preexistencia de su adoración, siglos antes de que se formara el pueblo de Israel y que proviene de la cultura sumeria. Sin embargo, no tenemos todavía el tetragrámaton, sino el Nombre expresado en la forma de “Yah”; como sucede en cierto modo con el “A – le – luh – yah”  (“Aleluya”), que significa “alabanza a Yah”.
La alusión más antigua al tetragrámaton fuera del contexto bíblico se encuentra en la “Piedra Moabita”, documento de naturaleza histórico-literaria, producido por el antiguo pueblo moabita, en el siglo X a.C., lo que pone de manifiesto su conocimiento entre los pueblos vecinos de Israel. La estela –que mide 1,13 metros de alto y tiene 70 cm de ancho- fue erigida por el rey Mesa en su capital Dibón -hoy Dibán- inscrita en los caracteres de un dialecto moabita–cananeo, similar al hebreo–fenicio, y con la especial particularidad de tener su correlato en el Segundo Libro de los Reyes, capítulo 3. Las 34 líneas del documento, escrito en primera persona, alaban los triunfos del rey Mesa sobre la casa de Omri, el entonces rey de Israel.
 Dice el texto:   "Yo soy Mesa, hijo de Kemos, rey de Moab, el dibonita. Mi padre reinó sobre Moab durante treinta años y yo reiné después de mi padre. Y yo hice el lugar alto para Kemos en Qerjá, un lugar alto de salvación, porque él me había salvado de todos mis enemigos y me proporcionó el placer de verme por encima de todos aquellos que me habían odiado. Omri, rey de Israel, humilló a Moab durante muchos días, pues Kemos estaba irritado contra su pueblo; y su hijo le sucedió y también él dijo: "Yo humillaré a Moab". (...)Yo he triunfado sobre él y sobre toda su casa, mientras que Israel ha perecido para siempre. Omri tomó posesión del país de Madaba, y moró allí en sus días y durante la mitad de los días de su hijo: cuarenta años; pero Kemos lo ha restaurado en mis días. (...) Y fui de noche y luché contra ella desde el amanecer hasta el medio día y tomé y maté a todos en ella. 7.000 hombres, muchachos, mujeres, doncellas e incluso siervas, pues los había destinado a la destrucción para el rey Istar Kemos. Y tomé las vasijas de Jehová y las llevé ante Kemos”.
 Así mismo, se descubrió en 1961 una cueva sepulcral a unos 35 Km. de Jerusalén, en la que aparecía una inscripción, del siglo VIII a.C., en la que se exclamaba: “Jehová es el Dios de toda la Tierra” (similar a lo dicho en Génesis. En otro documento -hoy en el Museo de Jerusalén-, una carta escrita en un fragmento de cerámica procedente de Arad que data del siglo VII a.C., se empleó el tetragrámaton dos veces en el mismo texto: 
 “A mi señor Eliasib: Que Jehová inquiera por tu paz”, y termina con las palabras: “Él mora en la casa de Jehová”

 También del siglo VII a.C., de la época anterior al destierro babilónico que sufrieran los hebreos, proviene una tirilla de plata enrollada que también contenía el tetragrámaton, en caracteres hebreo - fenicio .

 El autor de ellas era “Hosha-yahu”, uno de los subordinados de “Yaush”, que estaba al frente de la guarnición de una de las ciudades provinciales en la vía entre Laquis y Jerusalén. Hoshayahu expresaba a su comandante -después de los saludos convencionales- su firme deseo de:  "... Que Jehová quiera que mi señor oiga buenas nuevas de paz". El siguiente documento es una carta procedente de Tell ed Duweir; que contiene seis líneas de texto, y en las primeras cinco se lee:“A mi señor Yaosh: Que Jehová sea propicio a mi señor sobre las nuevas de paz en este mismo día, en este mismo día. Y tu siervo, un perro, porqué mi señor se acuerda de su siervo? Que Jehová entristezca...” Posteriormente, muchos de los sellos reales hebreos del período persa (siglo VI – V a.C.) contienen la palabra “yhd”, que algunas veces se abreviada como “yah”, que era el término en idioma arameo con el que se denominaba a la entonces satrapía de Judá. Hacia el final del período persa, las asas de jarras fueron inscritas con las letras “yrslm” (Jerusalén), rodeando a una estrella de cinco puntas.  Algunos documentos en arameo provenientes de la colonia judía de Elefantina -papiros elefantinos- que datan del siglo V a.C., época medo persa, usan con frecuencia  el nombre Yahu, que conociera Diódoro . Siglos más tarde, el tetragrámaton aparece en el llamado “Rollo del Templo” -el manuscrito más largo de los hallados en el Mar Muerto en 1943- escrito en caracteres hebreos cuadrados, mientras que en otros manuscritos aparecía todavía en letras paleohebreas, o sea en escritura de tipo fenicio.  Las cuatro letras hebreas que representan el nombre divino siguieron copiándose en la Versión de los Setenta en siglos posteriores. Hace poco se han descubierto fragmentos de los manuscritos de aquella versión que prueban que en las copias más antiguas de la Septuaginta también aparecía el tetragrámaton (siglo III a.C.) Uno de estos, conocido por su número de Inventario 266 de los papiros Fuad –hallados en El Cairo, Egipto- contiene parte del libro de Deuteronomio, y presenta el tetragrámaton en caracteres cuadrados (siglo I a. C.)
Conclusiones:
Resulta claro que el nombre de Dios fue conocido y usado en Siria, Mesopotamia y Canaán antes y después del establecimiento de los israelitas en la Tierra Prometida. Por tanto, no puede ser considerado una creación hebrea. Otra cuestión es; si con el Nombre también vino el monoteísmo, asunto que la tradición misma del Génesis avala.  ¿cuándo y dónde se originó el nombre de Dios? Esta pregunta es muy difícil de responder en términos historiográficos. Lo que mejor podemos decir es que ya estaba en uso en el segundo milenio antes de nuestra era en distintos lugares del Cercano Oriente. Es cierto que, como se señaló, no hay que confiar demasiado en las aparentes similitudes fonéticas o gráficas. No obstante, es obvio que las referencias al dios Yah en los textos antiguos de Ebla hacen alusión a un dios particular, con un nombre distintivo y a un tipo de adoración que se le tributaba, y que éste bien pudo ser el mismo dios que posteriormente adoraron los hebreos. Las formas que nosotros conocemos, Yahvéh (la más apoyada por los hebraístas), o más popularmente Jehová, se conformaron con el paso de los siglos, aceptándose en los distintos idiomas al paso que se traducía la Biblia a las lenguas vernáculas. El dios Yah mencionado y adorado  incluso antes de los hebreos e israelitas es al parecer de procedencia sumeria originado en akadia región de Ur, lugar de procedencia de los patriarcas hebreos  Terah y Abraham. Recordemos que Abraham salió de Ur iluminado por Dios llevándolo a mejores tierras. El dios Yah dentro del panteón sumerio akadio (la primera civilización del planeta), es un dios mayor el creador que vivía en el cielo y solo en pocas ocasiones bajaba a la tierra a solucionar problemas entre los dioses menores que eran los mas allegados a los hombres. Menciona “la epopeya de la creación” (relatos sumerios sobre el origen del hombre) que Yah, yahvé o An-Enlil  siempre estaba al tanto de los acontecimientos de los otros dioses en la tierra y se comunicaba con ellos apareciendo su voz en el aire para  reprochándolos, exigirles y poniendo orden.
Por último, el nombre Jehová nunca existió ni se mencionó nunca en escritos hebreos. Recordemos que los hebreos y actuales Judíos siempre mantuvieron un gran respeto por su Dios al punto de no pronunciar su nombre (3er mandamiento No pronunciaras el nombre de tu dios en vano…) por lo que cuando quieren referirse a él lo hacen con palabras como “nuestro señor” en hebreo “Adonai”, Elohim (dios de dioses), etc.
Durante los siglos VI al X D.C. unos eruditos Judíos conocidos como Masoretas inventaron un sistema para poner vocales al antiguo idioma hebreo es así que se les ocurrió utilizar las vocales de la palabra Adonai (nuestro señor) colocándolas entre las consonantes  YHVH del tetragrámaton (por razones fonéticas cambiaran la primera A por E y así nació la palabra Yehova que mas tarde se transformó en Jehova cuando se tradujo al castellano. Lo correcto sería entonces referirse a dios como Yahvéh que como ya explicamos tendría su origen en el dios Yahvé o Yah sumerio akadio también escrito en sumerio como An- Enlil (ver la epopeya de la creación sumeria) y que se traduciría como Yo (la primera persona en singular). Yo… creador de todo. O como le mencionó dios mismo a Moisés:  Yo soy, Yo fui, Yo seré. 
La Kabala y no la Tora guarda los secretos místicos de la religión hebreo – judía, y es un libro secreto solo leído por judíos selectos de su organización religiosa y con el permiso de sus mas altas esferas quienes evalúan si la persona es apta para dicha lectura o conocimiento. La Kabala contiene información sobre el comportamiento del universo así como ejercicios y prácticas para alcanzar una evolución mística o despertar de dones en el ser humano. Actualmente existe un grupo que practica y difunde los conocimientos de la Kabala pero esta es solo una parte de la verdadera kabala e incluye ciertos toques de filosofía metafisica. Tan igual como lo hace “el secreto” con el poder de la atracción. No es para nada mala ni se trata de una estafa simplemente no es toda la información de la verdadera kabala judia.
María madre de Jesús fue criada por los sumo sacerdotes de Israel e instruida en todos los misterios y secretos de la religión hebreo israelita (kabala) por lo que a no dudar debió enseñárselos a Jesús.
Todo nos indica que la religión judío – hebrea no es invención de ellos sino de los sumerios de los cuales asimilaron conceptos, filosofías y practicas. Pero si hay que darles el valor de haber contribuido a preservarla y hacerla popular gracias a Jesús.
La biblia hebrea presenta sucesos transcurridos en las luchas y convivencia de los pueblos nómades en los territorios de los sumerio – akadios.
Los sumerio akadios tiene su propia versión de los orígenes de la creación del hombre (escrita en la llamada epopeya de la creación) y los hebreos la acogen e integran a su biblia como parte de sus textos sagrados. Entonces, el origen de toda esta idea religiosa de la concepción del hombre, de Adán y Eva, de Dios, etc es de origen sumerio – Akadio.
En la antigüedad cada civilización tenia su propio calendario, la mayoría se basaba en el año lunar que es de 354 días divididos en ciclos de 29 días (babilonicos, sumerios, mesopotámicos en general usaban este calendario), luego los romanos introdujeron el año romano que tenia 10 meses, los egipcios también usaban un calendario de 10 meses. Es solo hasta el descubrimiento de América y de la cultura maya que se introduce el calendario de 12 meses y 365 días que usamos actualmente.